miércoles, 28 de julio de 2010

LA MESA DEL FORENSE

| La morgue es el lugar donde la muerte acude en procura de salvaguardar la vida; muchas de las respuestas conocidas allí llevan a los investigadores clínicos a producir medidas de prevención de enfermedades, también, algunos de los órganos allí disecados servirán para transplantes y así reparar la salud de otras personas.
En la mesa del forense

“Aquí ya no hay nada más, solamente un pedazo de materia muerta. Ese pedazo de materia muerta se puede descomponer en sus partes, se pueden aislar los órganos de su articulación y considerarlos como objetos propios. La muerte no deja ningún sonido, solo los sobrevivientes producen una situación acústica encima de una mesa de autopsia sobre el cual reposa el cadáver, el mutuo susurro del agua, romper y serrar de los huesos y voces humanas y con esto se acuña esta atmósfera”.


En los orígenes de la Medicina y Anatomía Forense la mesa de necropsias era una gruesa tabla de madera rústica soportada en dos estructuras del mismo material. Las primera imágenes que registraron la práctica de disección de cadáveres enseñaban cámaras de mármol o piedra dotadas de cuchillos y jofainas para depositar las vísceras.
Las morgues actuales son necroquirofanos muy iluminados, dotados con mesas de brillante acero, frías, donde se escuchan ruidosas sierras aserrando huesos, afilados escalpelos que chocan contra el acero y grifos que dejan escapar grandes chorros de agua.
En este espacio médicos investigadores se esfuerzan en dar respuesta a una pregunta concebida hace 200 años por el anatomista, Giovanni Battista Morgani: ¿Ubi est morbus? (¿Dónde está la enfermedad?). Similar pregunta se hacen entre sollozos los familiares de las víctimas y los despiadados curiosos que a diario frecuentan las puertas de morgues y policlínicos: ¿De que murió?
El médico examinador que investiga las causas de la muerte se denomina patólogo, él y su paciente recién fallecido asumen un diálogo silencioso y encriptado. Los órganos y las estructuras anatómicas permiten hacer una lectura y una confesión; también revelarán intimidades acerca del modo de vida del paciente, que padecía y por qué, cómo fueron los últimos momentos y qué produjo la muerte. Con estas respuestas el médico responderá en el certificado de defunción las dos últimas preguntas que la sociedad hace al fallecer un ciudadano: ¿Cuál fue la causa de la muerte?
El escenario
La morgue es el lugar donde la muerte acude en procura de salvaguardar la vida; muchas de las respuestas conocidas allí llevan a los investigadores clínicos a producir medidas de prevención de enfermedades, también, algunos de los órganos allí disecados servirán para transplantes y así reparar la salud de otras personas.
Cada mañana, con el despuntar de los primeros rayos del sol entran por los ventanales de la morgue chorros de luz que revelan la barbaridad de la masacre acontecida durante la noche anterior en las calles de la ciudad.


Diez y siete cadáveres llenan igual número de mesas. Una brigada de técnicos revestidos de botas, delantales y guantes de hule avanza sobre cada mesa: uno toma nota de las ropas, otro de las lesiones, una foto aquí, un equipo se interesa en la elaboración de la carta dental, otro más allá lucha contra el rigor mortis para tomar las huellas digitales; es frecuente ver equipos de radiografía apoyando la búsqueda de proyectiles afilan los metales en la chaira, las cuchillas se alistan para incidir la piel y aserrar los huesos.
La tarea de abrir los cuerpos esta precedida de exámenes médicos para determinar los signos positivos de muerte y negativos de vida, es decir, estudio del rigor mortis, la deshidratación y la cesación de ruidos cardiopulmonares y de reflejos neurológicos. Esta actividad dura hasta las horas del medio día cuando llegan los coches de las funerarias para reclamar los cuerpos.
Y mientras en la morgue los forenses se alistan para abrir los cuerpos, en los crematorios contiguos a la morgue, se escucha el rugir de enormes toberas que como cráter volcánico vomitan enormes lenguas de fuego sobre los cuerpos que arderán por cerca de una hora a 900 grados centígrados y reducirán un cuerpo a 500 gramos de ceniza. Pronto los olores de carne en la brasa y huesos calcinados invadirán la atmósfera del tanatorio y se mezclaran con el de la sangre que corre sobre el acero de la mesa.
Los traumatismos inflingidos
La muerte es un evento biológico que se inicia desde el primer latido del corazón. Se muere por causa de la sumatoria de lo que los epidemiólogos denominan factores de riesgo, esto es, nuestros hábitos alimenticios, beber, fumar, factores hereditarios y ambientales. El hombre moderno, en la mayoría de países, nace en la clínica y muere senescente en el hospital o en albergues para ancianos, después de soportar padecimientos por enfermedades crónicas y degenerativas (cáncer, enfermedades cerebro vasculares, diabetes, bronconeumonias, etc.). No es así en la mayoría de nuestras ciudades agobiadas por la criminalidad.
La primera causa de mortalidad en la ciudad de Medellín la ocupan los homicidios por arma de fuego, le siguen los accidentes de tránsito y después otras por causas accidentales. Por la mesa del forense pasan anualmente cerca de 4.500 cadáveres, la mayoría de personas, entre los 15 y 35 años de edad por este tipo de causas.
El plomo de los proyectiles de armas de fuego ocasiona el mayor desastre social que se tenga noticia en los anales de la criminalidad nacional. Cerca del 90 por ciento de los homicidios son ocasionados por proyectil de arma de fuego. Por cada víctima quedan en promedio una viuda y por lo menos un hijo sobreviviente.
Las gentes de la región denominan este tipo de muerte “plomonía”. Una víctima del crimen recibe, en promedio, cinco impactos de proyectil. Cada una de estas letales ojivas puede pesar hasta 158 gramos. Se estima que los forenses anualmente recuperan de los cuerpos hasta 2´765.000 gramos de plomo.
Al promediar la mañana y concluidas las diligencias de tafonomía forense, los médicos llenan los formatos de defunción de los fallecidos por traumatismos inflingidos con códigos internacionales que se traducen en muerte por shock cardiogénico, shock hipovolémico, shock neurogénico, anemia aguda, entre otras causas. Todas esas causas señalan que los sistemas anatómicos entraron en crisis y fueron incapaces de mantener sus funciones para soportar la vida.
Los resultados de la necropsia medicolegal se apoyan en pruebas de laboratorios de balística, biología, química y toxicología forense, entre otros. Cada hallazgo logrado durante la necropsia es registrado fotográficamente o descrito en protocolos de laboratorio.
Los resultados de los laboratorios de toxicología forense revelan que las toxicomanías matan a la juventud. En Medellín, una muestra de 350 necropsias en 1999 registra sustancias enervantes en 69 por ciento de las muertes violentas.

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